
Desde su primera imagen, un polígono industrial desolador y un piano abandonado en medio de la carretera acompañada con una música extraña compuesta con sonidos parecidos a tambores locos y golpes de sartenes…descoloca por completo al espectador y crea en él un deseo enorme de curiosidad en querer saber por qué derroteros se va a guiar la historia y qué se nos va a contar.
En todo este extraño universo visual y sonoro, se nos presenta al peculiar protagonista de la historia, Barry Egan (Adam Sandler), un gerente encargado de un pequeño negocio de distribución de golosinas con una autoestima por los suelos y una personalidad sometida bajo presión psicológica de sus siete hermanas. Un tipo inseguro, nervioso, poco sociable y algo depresivo. En la primera escena, en la que Barry intenta atender a su clientela pero es interrumpido constantemente por las llamadas telefónicas de sus hermanas, se nos queda bastante claro la aportación que hacen sus hermanas en anular por completo la personalidad de Barry.
Según va avanzando la película, la música compuesta por Jon Brion va ganando protagonismo y aporta la intensidad necesaria que requiere cada escena. Mucho ritmo, estrés y aceleración de pensamientos. Pocas veces he visto una película donde la música tenga tanto protagonismo, su melodía es fiel reflejo de todos los pensamientos complejos que pasan por la cabeza del propio Barry.
Pero la personalidad de Barry comienza a cambiar cuando llega a un límite que no aguanta más la presión psicológica a la que le someten sus hermanas y explota toda su rabia contenida en presencia de ellas (no os perdáis esta escena… os sentiréis identificados con lo que os hubiera gustado hacer en alguna situación similar de vuestras vidas).
A partir de este momento, Barry gana en autoestima, madurez y seguridad en sí mismo aunque su realización sentimental completa no la va a conseguir hasta que se cruce por su vida…su primer y único amor…Lena (Emily Watson), una amiga del trabajo de una de sus hermanas. Lena, es una mujer misteriosa que provoca en él un caos emocional, acentuando sus inseguridades y alterando sus sentimientos más íntimos.
El encuentro entre Barry y Lena quizás sea lo mejor de la película. Es muy difícil describir todo lo que pasa en esta escena de unos pocos minutos de duración. Sólo os diré que lo que se ve en ella es la anarquía de conversaciones, de ruidos, de cajas, de teléfonos. Es el reflejo del desorden, del desbarajuste,…en definitiva, es un caos estéticamente impecable. Y aquí, la música de Jon Brion alcanza su máxima perfección y no por su belleza intrínseca sino porque se adapta perfectamente al ritmo frenético de los sucesos visualmente narrados. Después de este ciclón caótico de acontecimientos, esta peculiar pareja acaban con un singular y recíproco saludo de “Hello!”…”Hello!”…tal para cual.
Desde que Barry conoce a Lena, su personalidad gana en coraje y fuerza pero a la vez… en inestabilidad emocional. Y esto, en varias ocasiones, se transforma en ira incontrolada (escena del cuarto de baño en un restaurante, genial) o en seguridad en sí mismo a la hora de enfrentarse a otras personas (escena con los mafiosos de la furgoneta, sin desperdicio).
Para que os hagáis una idea del grado de “peculiaridad” de esta pareja, ésta es una conversación que mantienen en su primer encuentro… íntimo:
Lena: “Barry, tienes una cara adorable, y tu piel…y tus mejillas. Quiero morderlas. Quiero morderte la mejilla y masticarla…qué mona es, joder!”
Barry: “Lena, miro tu cara y me entran unas ganas enormes de aplastártela. Me entran ganas de destrozarte la cara con un mazo y de aplastártela. Eres preciosa."
Lena: “Barry, quiero masticarte la cara y sacarte los ojos…y comérmelos. Quiero masticarlos y chuparlos…”
Barry: “Todo esto tiene gracia…es muy bonito”.
Como os digo, una pareja muy curiosa.
La película, como su música, es frenética (continuas carreras para arriba…carreras para abajo), inesperada, impactante e incluso algo “romántica”.
El autor que firma este insólita comedia es Paul Thomas Anderson, que nos regaló hace unos años su obra maestra Magnolia, película ésta que además de ser perfecta en su realización y guión, es igualmente original de principio a fin.
Por último, destacar la intervención breve pero llena de fuerza del siempre carismático Philip Seymour Hoffman, con un pequeño papel “mafioso” repleto de intensidad interpretativa.
Si podéis…no os perdáis esta película, son 90 minutos repletos de originalidad!