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miércoles, 20 de febrero de 2008

EL MERCADER DE VENECIA (de Michael Radford)

Que una película basada una novela de William Shakespeare no haya sido dirigida por Kenneth Branagh (Hamlet, Mucho ruido y pocas nueces, Enrique V…) resulta ya hasta extraño y en esta película en concreto, con todos mis respetos a su Director, Michael Radford, se echa mucho de menos la pasión y la fidelidad que muestra el Sr. Branagh en sus películas por el escritor más importante en lengua inglesa que ha existido en la literatura universal.

El Mercader de Venecia es una película tediosa, lenta y sin ritmo. Es cierto que cuenta a su favor con un plantel de actores envidiable y una bonita fotografía… pero lo siento mucho, el cine se inventó sobre todo para entretener y yo con este film me he aburrido… y mucho.

Cierto es, que mis gustos cinéfilos son más cercanos a películas que cuentan historias contemporáneas o al menos más actuales y que las que cuentan con un fondo histórico, me cuesta más disfrutar de ellas (me supone bastante esfuerzo evadirme a una época que no tiene nada que ver con la mía actual, por muy bien que esté lograda su ambientación). Pero éste no debe ser motivo para que esta película, ambientada en la Venecia del siglo XVI, no enganche ni entretenga.

En mi opinión, el problema de El Mercader de Venecia no reside en la época histórica que nos relatan sino en la forma narrativa poco atractiva que tiene de explicarnos los hechos que en ella acontecen. Incluso tiene escenas rodadas con poca seriedad cinematográfica, en concreto me refiero a las escenas de los pretendientes que van llegando al Palacio de la bella Porcia para probar suerte en abrir el cofre que contenga el afortunado premio de quedarse con su amor. Parecen personajes salidos de una tele comedia. Poca o nada de seriedad.

Es una pena que el responsable de llevar a cabo esta versión de la comedia dramática de Shakespeare no haya sabido hacer una buena película con lo fácil que lo tenía… Digo fácil, porque contando con actores de tanto talento como son Al Pacino (Shylock), Jeremy Irons (Antonio), Joseph Fiennes (Bassanio) o en menor grado Lynn Collins (Porcia)… pues hasta yo la puedo dirigir y seguro que hubiera obtenido un mejor resultado.

Al Pacino, en mi opinión es el que mejor sabe sacar partido de su jugosa interpretación del judío Shylock, llena de rencor y ánimo vengativo.

La interpretación de Jeremy Irons en su papel de Antonio la podemos catalogar de “decente”, sin más. Vamos, como diría algún profesor de mi infancia “podía haberse esforzado un poco más pero… aprobado”.

Y la interpretación más floja de los tres protagonistas masculinos principales es la de Joseph Fiennes, hermano del Paciente Inglés, que no llega a transmitir prácticamente nada con su vulgar registro interpretativo que tiene en este film.

Para ser justo, hay que decir que la película mejora notablemente en su última media hora, con la celebración del juicio que lleva a cabo Shylock contra Antonio, todo un duelo interpretativo moderado con brillantez por la actriz Lynn Collins (Porcia).

En este litigio destaca sobre todo la interpretación sublime y soberbia de Al Pacino, de quitarse el sobrero. ¡Qué temperamento!... y cómo se va derrumbando poco a poco. Lo mejor de la película, sin duda.

En definitiva, una película más bien mediocre y aburrida, donde sólo se salvan ciertos destellos interpretativos de algunos de los actores, sobre todo de Al Pacino, claro está.

Os dejo, con lo único que me llevo para el recuerdo de esta película. Es un discurso que suelta un Shylock (Al Pacino) todo enojado y enfurecido cuando muestra ante dos cristianos la furia y el rencor que le guarda a Antonio:

Se ha reído de mis pérdidas y burlado de mis ganancias. Ha insultado a mi raza, hundido mis negocios, enfriado a mis amigos e inflamado a mis enemigos. ¿Y cuál es su razón?... ¡que soy judío!

¿No tenemos ojos los judíos?... ¿no tenemos manos?, ¿órganos, dimensiones?

¿Sentidos, afectos, pasiones?

¿No comemos lo mismo?, ¿no nos hieren las mismas armas?, ¿no sufrimos las mismas dolencias… y nos curan los mismos remedios?

¿No sufrimos en invierno y en verano el mismo frío y el mismo calor que los cristianos?

Y si nos pincháis… ¿no sangramos?

Si nos hacéis cosquillas… ¿no reímos?

Si nos envenenáis, ¿no perecemos?

Y si nos ofendéis, ¿no vamos a vengarnos?

Si en todo lo demás somos iguales… ¡también en eso lo seremos!


Impresionante, ¿verdad?... pues imaginarlo en boca de un Al Pacino muy, pero que muy… cabreado.