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miércoles, 5 de marzo de 2008

BIG FISH (de Tim Burton)

Como dije en la entrada sobre la película El Método, hay ciertas películas en las que no deberían verse una segunda vez. Son películas que dejan tan buenas sensaciones después de verlas… que merece la pena quedarse con ese recuerdo placentero que causó la primera vez y no arriesgarse a verla una segunda vez.

Pues de nuevo me ha vuelto a ocurrir con Big Fish de Tim Burton. Tenía esta película idealizada, me encantó cuando la vi por primera vez en el cine, salí de la sala embelesado, me fascinó su humor, su originalidad, su chispa, su elegancia, su gran colorido… Me pareció una película redonda, una fábula fantástica, un mundo imaginario perfecto. Y por supuesto, había que hacerse con ella para incorporarla a mi colección de películas en dvd. Y ahí ha estado un tiempo, adornando la estantería junto con el resto de películas… pero sin atreverme a verla para no romper su magia… hasta que un día… decidí volver a verla.

Y os podéis imaginar lo que pasó… pues que ha dejado de estar en mi “altar”, para convertirse en una película terrenal, es decir, en “una película más”. Me sigue gustando, incluso sigue estando entre mis preferidas dentro de la extensa y variada filmografía de Tim Burton, pero ha bajado de los cielos a un escalafón mucho más terrenal. Ya no la tengo idealizada. Una pena.

Una vez comentada esta pequeña decepción, hay que decir positivamente de ella que es una película muy agradable y entretenida de ver, que no es decir poco a su favor porque… ¿ni tan mal, no?... Al final y al cabo de eso se trata, de que una película nos entretenga y si además nos arranca una sonrisa de vez en cuando, pues mucho mejor.

En este film, adornado de metáforas y escentridades algo surrealistas propias del mundo complejo que Tim Burton posee en su cabeza, tenemos a un personaje llamado Edward Bloom (de joven Ewan McGregor y Albert Finney de mayor) en el que su vida cotidiana se le queda pequeña y se inventa una paralela mucho más apasionante y aventurera que además se la apropia como suya con pleno convencimiento de ello.

Con el personaje de Edgard Bloom, dotado de una imaginación digna del mejor cuenta cuentos que pueda existir, en el fondo se nos está hablando de un hombre que es un eterno inconformista con la vida que ha vivido en su pasado y con la que lleva en el presente. Fruto ese inconformismo aflora de su imaginación un ideal de aventurero a semejanza de cómo le hubiera gustado haber sido. Y tanta imaginación no siempre es digna de elogio porque ello le conducirá a un continuo enfrentamiento con su hijo William Bloom (Billy Crudup), que cansado de no conocer nunca a su verdadero padre sino al “Edgard Bloom” que idealiza con su imaginación, le dice:

"Lo fascinante de los icebergs es que sólo ves el 10%, y el otro 90% está bajo el agua y no lo ves. Y contigo… papá… es lo mismo, sólo veo un trocito que sobresale por encima del agua. No tengo ni idea de quién eres…"

Como si de un cuento se tratara, Edward Bloom va contando a distintas personas de su entorno la historia por etapas de lo que el recuerda que ha sido su vida. Y lo hace de una forma apasionada y frenética, como si lo volviera a estar viviendo y siempre en el límite de lo real y lo ideado. Es difícil distinguir de las numerosas historias que cuenta cuáles sucedieron realmente y cuáles son producto de su imaginación.

De estas etapas de su vida destacaría varias. Una de ellas es la que pasa por un pueblo llamado Espectro, un lugar donde todo es calma, sosiego y placidez y donde las prisas y las impaciencias brillan por su ausencia. Como prueba, os diré que en este pueblo vive un poeta (interpretado genialmente por Steve Buscemi) que en sus 12 años como residente de este pueblo su esfuerzo lírico le dio sólo para componer la siguiente frase: “Espectro es genial”. Es un pueblo donde sus habitantes afirman que quiénes les visitan no se vuelven a ir, se quedan para siempre… menos nuestro protagonista Edward Bloom, un rompe-reglas, que tan sólo se asentó un día. Como siempre, a contra corriente con el resto de la gente.

"Hay momentos en la vida en el que un hombre razonable debe admitir que ha cometido un error terrible... lo cierto es que yo nunca fui un hombre razonable"

Otra de las etapas que me gustó especialmente es la que trabaja en un circo. Simplemente genial. Es la parte de la película dotada con más dosis de ironía y humor. Es la época donde conoce a su gran amor… a Sandra Templeton (Alison Lohman de joven y Jessica Lange de mayor).

Su pasión y admiración hacia Sandra es un amor a primera vista y está tan convencido de ello que hará todo lo que no está escrito por conseguir más información sobre ella y así conquistarla. No os voy a contar todo lo que hace por conseguir el amor de Sandra… pero os aseguro que nunca habréis visto a nadie hacer tanto esfuerzo por conseguir a su amor… y si lo habéis visto, por favor, contádmelo.

“Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene... y es verdad. Lo que no dicen es que cuando se vuelve a poner en marcha, lo hace aún más rápidamente para recuperar lo perdido"

(Después de que Edward Bloom piense en voz alta esta reflexión… ocurre la mejor escena de la película, no os la perdáis.)

Y se pueden destacar más escenas extraíbles de otras etapas en la vida de Edward porque toda la película es ingeniosa, ocurrente, chispeante y algo surrealista, como es el periodo que pasa en la guerra, o su encuentro con las mellizas, o su caminata con el gigante, o la historia del ojo de la Bruja Jenny (Helena Bonham Carter)…

Un sinfín de aventuras las que nos va contando Edgard Bloom a lo largo de la película. Ahora bien, todas estas historias… ¿son producto de su imaginación o realmente las vivió pero en menor grado aventurero?... Esta doble posibilidad queda abierta al espectador. Que cada cuál elija la que más le apetezca.

"Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias. Siguen viviendo cuando él ya no está. De esta forma, el hombre se hace inmortal"

Cierto es, ¿no creéis?